Hay algo muy didáctico en una orquesta sinfónica que, a veces, hasta los propios intérpretes obviamos. Y lo que hoy te vengo a contar, tiene que ver con eso. Solo tienes que leer hasta el final.
Cuando me desvelo de madrugada (afortunadamente pocas veces), me pone de muy mala leche el no volver a conciliar el sueño rápidamente. Si el desvelo es de larga duración recurro o a la lectura o al documental. O simplemente, me coloco en posición tutankamon y me centro en respirar, la opción más sana desde luego.
En mi último abandono de Morfeo recurrí - malamente, trá,trá- a la pantalla y, como no podía ser de otra manera, en La 2, a altas horas de madrugada, estaban reponiendo ¡música clásica! ¡Qué sorpresa!
La cosa es que adolorida del estómago y con los ojos a medio abrir, escuchaba a la Netrebko con una orquesta, que a todas luces parecía española. Tenemos un aire especial y, por ello, empecé a buscar caras conocidas. Y ahí estaban Dragos Balan yPaula Brizuela entre los cellistas a de la Sinfónica de Madrid.
Contemplé en la fisionomía de la orquesta un conjunto de personas que se agrupan en secciones -dependiendo del instrumento- y que deben hacer un todo uniendo partes. Esas partes están interconectadas entre sí y cada una de ellas debe estar bien ensamblada en sí misma. Vamos, que cada sección debe tener una escucha especial entre sus miembros, porque será eso lo que creará su sonido propio, su personalidad.
Esto es tan obvio que, como decía al principio, lo damos por hecho y se nos olvida. Salvo si en nuestra etapa formativa hubo algún/a maestro/a que nos lo enseñó.
Contemplando a la sección de cellos pensé en eso que aprendí hace años y transmito en mi aula cuando trabajo entonación de forma conjunta: hay que escucharse a uno mismo pero tengo que escuchar más a los compañeros que me rodean que a mí. Este aprendizaje musical tiene como base el respeto. La cuestión aquí es la de siempre ¿sabemos escuchar?
Para quienes no lo sepáis, entonar es cantar con el nombre de las notas, un ejercicio que todo músico necesita para desarrollar su audición interna y su musicalidad. Cantar es importantísimo.
Cuando hacemos una entonación grupal siempre está aquel que tiene más seguridad y tira del grupo, agazapándose el resto detrás. También puede que haya otro líder cantor al que le guste mucho escucharse, pero que en realidad se esté oyendo con tanta autocomplacencia que no aprecie la calidad de su sonido o la desafinación. Lo cierto es que están aprendiendo y eso lo mejorarán con trabajo y atención.
Como mis alumnos son instrumentistas siempre recurro al ejemplo que aquí comparto:
-Sois una sección de orquesta, aquí no hay nadie por encima de nadie, tenéis que empastar y no se trata de escuchar al otro pensando “qué mal toca, cómo desafina”, se trata de escucharse con apertura, cuestionamiento y seguridad. Empastar es la clave y todo va encajando.
A los más pequeños no les explico tanto, simplemente les digo:
— Ahora más piano, escuchad al compañero de al lado. - Y ¡se hace la magia! Se escuchan y les sorprende lo bonito que suenan.
En esa contemplación nocturna de la sinfónica con la Nebtreko, pensé antes de quedarme dormida que escribiría sobre esto en la próxima entrega de Silencio, se escucha. Cuatro días más tarde, aquí ando escribiéndolo en mi afán de dar a conocer mi mundo laboral tan cercano como ajeno al viandante y que tanta enseñanza contiene para nuestro día a día.
¿Os imagináis que pasaría si escucháramos más al de al lado, bajando o silenciando nuestra voz interna juiciosa y parlanchina? ¿Sería un escuchamos pero no juzgamos real? Quién sabe.
Esto es lo que yo imagino: cuando escuchamos y no juzgamos pasa lo mismo que cuando la sección suena empastada o cuando voces cantan al unísono escuchándose mutuamente y con atención: se crea magia. Es una sensación que te ensancha el alma, os lo prometo. Y a mí siempre me saca una sonrisa y un pensamiento: ¡qué geniales!
Podríais pensar que esto es innato en los músicos, pero antes que músicos somos personas. Son los buenos músicos los que hacen eso: escuchar con atención y generosidad. Se escuchan así mismos -que no es otra cosa que trabajar mucho su parte, cada pasaje, cada nota, cada matiz-, y tras eso, son capaces de compartir con su sección, escuchándose mutua y abiertamente para unirse en el todo sinfónico.
Y en la vida es lo mismo. ¿Te atreves a elaborar el símil?
Mientras tanto, ya que te he hablado de cellistas, te invito a ver este II movimiento de la 5ª de Beethoven. Observa a los cellos, escucha con atención. Tan solo mirarlo es bello por la coreografía de movimiento que comparten entre ellos.
Un abrazo
Juana cello